Es mi día de escribir (entre lunes y martes, no soy muy estricta) y dejarme llevar. De no pensar y teclear.
Este fin de semana fue dulce. Sabía a tarta de cumpleaños (no el mío), a fondant. A subida de azúcar y, porqué no admitirlo, a cierta nostalgia. Es lo que pasa cuando te ves inmersa en un bucle temporal que te recuerda las cosas buenas. Cuando de pronto sientes la cercanía de la sangre que no sueles ver a menudo. Y sobretodo cuando la ves igual de perdida que tú.
Quizá no igual, eso está claro, pero ninguna gota de agua es idéntica. Pero agua es.
Luego debí implosionar, como tantas veces cuando el nivel de estrés me sobrepasa, aunque esta vez lo hice con menos ruido. Sólo me he dado cuenta con el paso de los días.
Hasta yo me canso de tanto histrionismo emocional.
He decidido que detrás del uno, el dos. Hagan cola por favor, que no puedo de a muchos...
Besos de lunes. Quizá vuelva antes, aunque no prometo nada.
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