jueves, 19 de febrero de 2015

Tirando de archivo

Me gusta escribir. Es algo que hago, y que me gusta. No busco en ello nada. Sólo expresarme, sacar de mí lo bueno, y también lo malo.
Me gustan las historias, pero también sé que no soy una gran escritora. Pero eso me da igual, porque al fin y al cabo no escribo para los demás, sino para mí misma. Y aún así reconozco que a todos nos sube el ego escuchar palabras bonitas acerca de aquello que mostramos. No se trata de mentiras, no se trata de engañarnos. Se trata de decir lo bueno que se encuentra.

Escribo esto aquí, pero hago referencia a mis relatos de Fantasías. Los que me leeis aquí, también me leeis allí, pero no a la inversa, así que puedo explayarme.

Me gusta el blog, pero la realidad es que lo uso más como un lugar donde agrupar mis textos que otra cosa. Y supongo que en cierto sentido se nota, porque no arrastra multitud de seguidores, algo que agradezco. Me ponen nerviosa las multitudes. Y además eso me crea cierto pánico escénico, porque seguro que tienen expectativas que no logro cubrir.
De este modo es todo más íntimo. Y en cierto modo algunos de los que me visitan son amigos.

Pero hay una cosa que realmente me hace sentir culpable: que la gente venga porque yo les comento. Y es que yo no lo hago por eso... además de que a veces leo pero no comento. Pero supongo que eso es cosa de cada uno, así que... gracias de todos modos.

También es verdad que ahora estoy tirando de archivo, y cada vez me queda menos. Es posible que acabe por quedar un blog cargado de mí, pero sin continuidad. Es una realidad que cada vez veo más cerca.
Esto no es una despedida, pero sí tengo que admitir que hubo un lugar donde la inspiración brotaba sola y que ya quedó atrás. La realidad es que no era el lugar, sino la gente. Y el momento. El momento lo es todo. Y la gente aún más.

En cierta manera algunas veces miro al mundo que me rodea
los blogs, las caras, la vida
y me siento en cierto modo superada.
Como si yo me conformara con la cadencia monótona de la rutina...

Lo que más odio es sentir que ni tan siquiera tengo un lugar propio.
Y ser consciente del miedo que le tengo a la intimidad emocional.
Me asusta... tanto como me atrae.
Pero soy realista y admito que me cuesta mucho confiar en que...
una vez me conozcan seguirán ahí.

Me asusta sentirme demasiado buena,
y luego darme cuenta de que era un espejismo.


He estado pensando en hacerme un nuevo tatuaje, pero nunca encuentro el momento. Y también es verdad que no tengo muy claro el dibujo. Una idea general sí. Me gustaría ampliar el mío, pero que no lo desmereciera.

martes, 17 de febrero de 2015

En la sección de verduras un rayito de esperanza

Ains........

Y mira que pongo todo de mi parte para no verme abocada a esa negrura que me hace caer al vacío y sentir que todo se ha venido abajo. Que no hay nada por lo que luchar.
Pero esos momentos llegan. Me arrastran y me devoran.
Y en esos momentos realmente dejo de sentir. Dejo casi de vivir. me convierto en autómata.

Pero soy muy pasada. Reconozco que me enfango en el dolor, pero no adopto esa posición fetal que te puede destruir. En cambio me remuevo incómoda hasta que de pronto encuentro algo a lo que agarrarme. Normalmente suele ser una simpleza, que convierto en una excusa para darme una nueva oportunidad.
Hoy esa excusa la he encontrado en una bolsa de ensalada y otra de croquetas. Reconozco que soy facilona... pero no tanto. Hay que estar muy jodido para ver en la sección de verduras del super un rayito de esperanza. Pero así soy, retorcida hasta lo impensable.

Así que ahí estaba yo, entrando al supermercado y pensando que tengo que cuidarme. Ahora que la única persona que come en casa soy yo he empezado a dejarme. Digamos que me alimento de sobras y de palmeritas de chocolate. Luego llegan las cenas y me porto mejor. Pero es porque cocino para más gente, y en eso ya prima otro asunto.
Total que he pensado que debería comprar algo que requiriera el mínimo esfuerzo (llego sin tiempo para cocinar) pero que fuera un poquito más variado. Que me gustase.
Y hoy he disfrutado de una ensalada como hacía tiempo que no lo hacía. Algo que me gusta a mí. Por mí.

Las croquetas no han tenido tanto éxito, reclaman las mías. Reconozco que eso era para ahorrarme trabajo, no para mí, jajaja.... Y lo entiendo. Para algo que se hacer :p

Y como yo creo en el karma, de la ensalada del medio día he llegado a una gran amiga. En realidad ha llegado ella, que es un sol, y me ha permitido soltar aquello que me rondaba más de la cuenta. Y se lo agradezco infinito. Lo único que lamento es no poder darle un abrazo tan a menudo como me gustaría, pero como se suele decir... son cosas del directo, jajaja.

Besos de ensalada y esperanza. Esperanza de mantener la calma, de seguir caminando.

lunes, 16 de febrero de 2015

Desvelos

Se despertó. Estaba oscuro, probablemente no eran más de las tres o las cuatro de la mañana. A su lado se escuchaba la respiración acompasada de su marido.
Cerró los ojos y la oscuridad siguió siendo la misma.
Cambió de postura. Se colocó sobre su costado izquierdo de cara a la pared. No la vía, pero sabía que estaba ahí. A su espalda sentía la calidez del cuerpo que ocupaba la otra parte de la cama. Cerró los ojos, más por comodidad que por otra cosa.
Muchas imágenes recorrían su cabeza. No tenían sentido. Quizá eran parte de un sueño. No trató de darles un orden, un sentido. Simplemente las dejó pasar. Eso podía ayudarla a sumirse de nuevo en el sueño, y al fin y al cabo es lo que quería.
Pensó en levantarse e ir al comedor. Tal vez poner la tele. Encender la luz y sumergirse en un haz que la cegaría momentáneamente. Y luego encender la tele y cambiar de canal sin sentido. Simplemente ir de uno a otro. A esa hora poco iba a encontrar, pero tampoco le importaba demasiado.
Dejó que la idea se fuera tal y como había venido. Sin moverse de donde estaba.

No se planteó otras opciones. O sí, pero esas las desechó de forma consciente.

La sorprendió la calidez de una lágrima resbalando el costado de su nariz. Qué idiota.
Se limpió la humedad y giró sobre sí misma. Pasó las piernas por encima de las del hombre y se concentró en la calidez de su cuerpo. Cuando volvió a abrir los ojos la luz que entraba por la ventana de la cocina se reflejaba en el pasillo. Debían ser las diez de la mañana, supuso.

Mi opción

Algunas cosas simplemente nos dan miedo. No se trata de un miedo irracional, ni de terror. Es un miedo que no logramos identificar. El miedo al cambio. A lo nuevo. A... qué vendrá después.

A veces es más sencillo permanecer quietos donde estamos que dar un paso en cualquier dirección. El refrán ya lo dice: más vale pajaro en mano. Aunque ni siquiera sepamos qué nos aporta eso.

En algunos casos nunca encontramos el momento para tener hijos. Hay quien lo desea pero siempre lo pospone porque nunca es un buen momento. Podrían despedirme, mi marido no trabaja, yo estoy en un buen momento profesional.... y sabes, conozco a gente así. Los años pasan y ellos quieren tener hijos. Pero sigue sin ser un buen momento.
No digo que no lo logren, conozco quien ha sido madre a más de cuarenta años. Es su opción.

Yo no me encuentro en ese caso. 
Cuando yo quería algo simplemente me centraba en mi objetivo. Y de alguna manera me enfocaba en ello.
No funcionó nunca en el ámbito laboral, pero a nivel general era lo único que fallaba. Al menos es lo que parecía.

Y los años van pasando y de pronto me encuentro con que no. No es lo único que fallaba. No es lo único que falla.
Estoy cansada de pelearme contra el viento. Voy a tener que asumir las cosas como son. Y son una mierda.

Mi día a día no es lo que esperaba y tratar de cambiarlo me sume en una ansiedad que acaba por explotar. Y podría cambiarlo, pero me da miedo. No puedo. A lo mejor esa es mi opción. Llegar tarde.
Me rindo.

viernes, 13 de febrero de 2015

Ni última ni primera

Ay.... a veces creo que soy muy dura conmigo misma. Como todo, podría serlo más, pero también podría serlo menos. A lo que voy:

Cuando miro a mi alrededor, siempre tengo la impresión de que todo el mundo tienen muy clara su vida. Y como soy masoquista emocional (no a tiempo completo, sólo a ratitos) acabo pensando que yo, y sólo yo, estoy a la cola de vivir la vida a mi manera.
Pero como soy muy retorcida, pues no me quedo ahí. Es más, pienso que la mayoría de la gente ha hecho aquello que yo quiero hacer y no consigo.
Es algo así como cuando de niño pensabas que en las casas de los demás siempre se acostaban muy tarde viendo la tele y desayunaban caramelos, por desvirtuar un poco el tema. Eso, o como cuando pensé que era la última virgen del planeta. En fin, que ni última ni primera, la gente habla demasiado.

Sigo.
El asunto es que tengo poca capacidad de ser objetiva con mi vida. Eso de tomar distancia y observar.... en fin, que lo intento, pero al final todo queda en buenas intenciones. Así que miro alrededor, y como soy muy generosa, pues otorgo a todo el mundo la imagen de satisfacción personal que yo no logro. O más bien de.... mierda lo que me está costando explicarme hoy... de... coherencia, sí, coherencia a nivel personal. Es decir, que siempre tengo la sensación de ser la única idiota que está a medio camino de algo.
Es curioso, porque yo nunca me he considerado una persona con aspiraciones, pero claro, todo depende de cuales sean esas aspiraciones. Si hablamos del tema material ahí no soy ambiciosa. Eso no es porque tenga mucho, sino porque me apaño con poco. (Aunque no me importaría tener alguna que otra cosilla más...).

Me desvío, me desvío. Orden.
Total, que a nivel personal resulta que ZAS.... sí tengo ciertas aspiraciones. Y bueno... aunque no se puede decir que haya trazado un camino recto, ni tan siquiera que haya planificado una ruta, y ya no te digo lo de tantear el terreno para tener los menos problemas posibles.... pues pasa lo que pasa. Que un día avanzo un huevo, y al siguiente me hundo en una sima.
Parezco Dora la exploradora.

En fin, resumiendo.
En esos pequeños momentos de lucidez en los que soy capaz de ofrecerme a mí misma un poco de perspectiva, me doy cuenta de que ni última ni primera. Y lo que es más interesante, que hay quien presume de cosas que luego no son tales.
O que sí lo son, pero no son las que buscas.

Y que... oh surprise, surprise... tengo un objetivo claro. Y al andar se hace el camino.


miércoles, 11 de febrero de 2015

Y cierro las compuertas

Y cierro las compuertas. 

Es extraño. A veces tengo la sensación de que lo que a mí me hace brillar a ti te aterra. En cierto modo es así. Y me rebelo contra eso tantas veces... que aún no he aprendido que no vale de nada. Eres tú quien debería rebelarse, pero supongo que no le ves sentido.
Yo sigo aquí parada a tu vera mientras mis ojillos, mi piel, mis sentidos, vuelan sin tregua. Y estoy aquí por voluntad propia, pero eso lo olvidas. O lo das por hecho. Como si fuera impreso en nuestro ADN, cuando en el mío palpita algo distinto.

Me duele cuando lo veo con tus ojos, así que en parte lo comprendo. Pero es que en general paso más tiempo bajo mi piel, y entonces lo olvido.


Y cierro las compuertas.

Porque lo que a mi me hace ser más libre, más fuerte, más... calma, a ti te asusta.
Y como no podía ser de otro modo, a veces me desbordo y no controlo. Y o abrimos compuertas o esto amenaza con ahogarnos a todos. Quizá a mí especialmente... puedo hacerme mucho daño sin una vía de escape. Y al final te estallará en la cara.

Pero hemos llegado a un acuerdo. O algo así.

No voy a mentir... (no ahora) ...me sabe a poco.
Pero... hay una parte buena. Jodidamente buena. Y creo que eso compensa al resto más de lo que esperaba.
Y aún así sé que no lo aprecias. El que no quiere ver...

Es pura magia poder ser yo por una vez. Sin nadie que me dicte cómo ser. Y aquí toda la culpa no la tienes tú, son demasiadas cosas, demasiados años luchando contra todos.
Y de pronto yo. Sin más. Sin barreras ni futuros. Sólo el instante. La eternidad del instante. Y la electricidad recorriendo mi piel hasta incendiarla en la risa. En la mirada. En saber que ya no hay más...
Boom. Boom. El latido en mis oídos que me da la libertad.

Y el camino de vuelta deja una estela de luz que sólo yo veo, que sólo yo siento. Como un reguero invisible de alegría. Me gustaría poder embotellarla y darte un poco.
Incluso a ti, que me lees te daría un pequeño frasquito. Y una sonrisa que inundara esta distancia y se grabara en tu palma.


Y cierro las compuertas. 
Y juego a una calma que no siento. A un silencio que no ahogue. A esperanza que no espera.

Ese tiempo que me debo

En el fondo sigo anhelando pequeñas cositas.

Sé que hemos llegado a un acuerdo y por supuesto, trato de respetarlo. Pero no puedo evitar que el anhelo me ronde.

Tú imaginas tantas cosas, que me sorprendo al seguir aquí parada. A veces me planteo si debería cumplir tus predicciones y... perderme. Completamente.
Uno de treinta es poco para mí, claro que no tengo clara cual sería mi proporción ideal. Quizá cada instante, si me permitiera vivir a mi manera. Si me lo permitiera yo, puntualizo... porque tú puedes pedirme la luna, que soy yo quien te la concede. O lo intento.

A veces me permito un instante de tristeza y pienso que me gustaría que me concedieras un poco más. Crees que pido mucho, pero apenas te digo. Porque arden los cimientos cuando lo intento.

Me gustaría sobrevolar un horizonte indeterminado
Sonreír sin sentirme atada
Yo soñaría con abrazar el sonido de un aroma
Jugar a que voy y vengo

Y que tú también vengas...

Me gustaría soñarme en otras bocas
Y que la realidad me despierte a tu lado

Cortar tristes lamentos que me enjaulan
Tras la más dura de las rejas...

Y sé que me quejo demasiado
Que debería agradecer
estar aquí 
y no querer correr...

Pero me sabe a poco.

Luego suspiro
sonrío
y miro de nuevo al frente

Y comento tonterías
escribo imaginarios
e
incluso
a veces
disfruto de mi tiempo

Ese tiempo que me debo
Que me concedes
Que es acuerdo en desacuerdo
Y al final es equilibrio

Y entonces rozo la belleza
de estallar de puro gozo
de envolverte en mi sonrisa
al mundo, a ti y a mí misma
De reírme de la brisa
que acaricia la caricia
de una mirada encendida
Del sonido que apagado
me ensordece como un trueno
precediendo a la tormenta
Y
.
.
.
sueño que puedes verlo
puedes sentirlo
puedes amarlo como yo

lunes, 2 de febrero de 2015

Una carcajada en soledad es brutal

Hace un segundo me he sorprendido observando una colección de libro que tengo en la vitrina del comedor. Me encanta leer, pero no tengo muchos libros. los tuve, pero no tenía espacio y fueron desapareciendo (los dí) y sólo me quedé con aquellos que significan algo para mí.
Es por eso que aprecio mi e-book, y que aprecio los pocos libros de papel que me quedan.

La cuestión es que los miraba por un motivo. Cuando hace una semana, en el otro blog que ahora he cerrado, nombré algunos blogs como receptores de un premio que me había entregado previamente Amapola, había una pregunta en especial que me llamó la atención. ¿Has leído alguna vez un libro dos veces? (O algo así, la idea es esa).
El asunto es que cuando algunos bloggeros contestaron en sus respectivos blogs, me llamó la atención que hay gente que no relee libros.

Quizá por eso he mirado de nuevo mis libros con otros ojos. Una porque hace tiempo que no los leo. Otra porque posiblemente todos, no... pero muchos los he leído dos veces... o tal vez más.
No creo que un libro deba leerse más o menos veces "per se". Es sólo que si voy a quedarme un libro que me gusta... tarde o temprano querré volver a leerlo.
No siempre encuentras lo mismo, y a veces lo que encuentras ya no es lo mismo. El pasaje que esperabas con tantas ganas ahora resulta soso y rápido. O el que no habías prestado atención por descriptivo ahora te parece lleno de matices que son claves para lo que está por venir.

Me encanta leer, y principalmente me gusta esa facilidad con la que puedo salir de mi cuerpo y transportarme a ese otro mundo.
Recuerdo de pequeña cuando dejaba de escuchar todo y a todos. Cuando comía leyendo y no levantaba la vista del libro sino me lo quitaban. Recuerdo cómo entre las páginas de un libro estaba todo un mundo.
Lástima de videojuegos, que hoy les gana la partida a los infantes.

Por alguna razón hay un libro muy tonto que sigue siendo mi preferido por los siglos de los siglos. Y no lo cambio por mil best sellers, ni por mil novelas de autor. Es que para mí, que un libro te saque una carcajada en soledad es brutal. Y no una. sino una y mil veces.
Reconozco que es lectura fácil, pero al final qué sentido tiene la lectura sino parecer sencilla y sumergirte en un mundo paralelo.

No soy de ensayos ni de grandilocuencias. A nivel general siempre he tenido debilidad por la novela histórica... y tal vez por algo de fantasía. Pero últimamente me tira más el genero erótico.


A todo esto me he comprado dos pares de botas. En la tienda había dos por uno, como en los detergente pero en zapato de piel. Y de tacón (ancho, nada exagerado. Estoy desatada. En plena caida libre por el tobogán. El tiempo que hacía que no me compraba algo....
Pero oye, estoy estupenda, y este mes me lo podía permitir. Tan poco gastar tiene sus recompensas. Eso y devolver Reyes familiares. (Y un poco la falta de sexo, que ganas de que llegue el finde por Dios.....).
Aquí mis botas en autofoto editada :)