lunes, 29 de julio de 2019

Tengo la sensación de que la vida es un Pavlov cabron

Después de todo este tiempo, de muchos cambios, subidas, bajadas... Creo que me he rendido.
Echo de menos a los de siempre, que simplemente se desdibujaron en el tiempo. Nunca dijeron adiós, pero simplemente no están.
Echo de menos a los que llegaron, porque tomaron sus propios caminos, o eran temporales. Porque algunos no eran nada aunque yo quise que fueran mucho.
Y echo de menos a quienes supuse que estarían siempre, porque venían de atrás. Ahora me doy cuenta de que nunca estuvieron, y aquí soy yo quien ha decidido pasar.

Y de pronto me he rendido. Me he rendido a la obviedad del día a día. Entre mis miedos y lo que realmente se me ofrece, al final no funciona nada.
A veces tengo la sensación de que la vida es un Pavlov cabron que ha jugado conmigo. Que cada vez que la euforia me ha embargado me ha frenado con descargas de decepción. Aguantas una, toleras otras... pero al final te preguntas "para qué". Sin interrogantes. Casi una afirmación. Y llega un momento en que tu mismo activas el mecanismo antes de tiempo. En tu cabeza.
Y luego está Netflix, que es casi un premio frente a la pasividad.

Echo de menos a alguien como J. Un amigo que no espera nada concreto de ti, y entiende la necesidad de espacio. Solo que no es un amigo y ni siquiera está ya en el mismo país.
Echo de menos a C. No es inocente del todo, pero yo debí ser más espabilada e ignorar con más gracia a tanto metomentodo. Y eso que lo hice... pero la envidia es muy mala. De todos modos a él le echo menos de menos.

Diría que echo de menos a M. pero él decidió no estar nunca. Sólo vía WiFi y eso, pasados los años, cansa. Sobretodo cuando no cuentas nada y solo preguntas, por muy buenos que sean tus consejos (concejos que inevitablemente emiten juicios de valor).

A A. le eché de menos un tiempo. Luego volvió, pero aunque se esfuerza en disimular, sigue siendo el mismo. Él tiene un interés definido, y yo soy un medio. No me gusta eso. Así que le tolero, pero lo justo.


Un día M. me echó en cara que me había rendido. Él no lo haría. Me sentí mal ese día. Hoy puedo decir que sí, me he rendido. No voy a lograr algo estándar, pero tampoco sabría ser feliz con ello.
Ahora simplemente necesito reinventarme otra vez. Necesito reconectar con esa parte de mí que sabe amar. No porque espere ser amada, no a una persona, no a quien lo merezca. Sólo porque eso la hace feliz.

Lo más bonito y brutal que he vivido es la sensación de plenitud al amar a alguien, o a un libro, o a una canción, o a una sonrisa ... solo porque sí.
¿Que si echo en falta el afecto? Sí. Pero solo el desinteresado. Y de ese hace tiempo que no veo.