Te he prometido (por decir algo) una carta. Pero la verdad es que no tengo ganas. No tengo ganas...
Porque, para qué contarte que una de las cosas que más me duele de ser madre, es que primero soy hija.
Desde que soy pequeña he tenido una relación tensa en casa. Tan tensa que estando en la universidad, invertí mi paga en un psicólogo, que al ver que poco podría sacar de mí, me dijo que la relación con mis padres era perfectamente normal, así que debía solucionar yo mis conflictos internos, y adiós muy buenas.
Tardé algunos años en comprender que, incluso siendo así, él hubiese podido ayudarme a encontrar herramientas para hacerlo.
Ciertamente no son malos, pero mi relación con ellos es, para mí, nociva.
Desde hace dos años esto cambió. Recibí ayuda y obtuve las herramientas necesarias para hacer lo que la gente normal habitúa a hacer: pasarme por el forro sus opiniones.
Pero no es tan sencillo.
O tal vez haya bajado la guardia.
No lo sé.
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