Algunas veces me planteo qué sucedió en otras vidas... para que hoy me sienta como un animal enjaulado, a pesar de que no hay barrotes a mi alrededor. Para que mi primer instinto sea pensar en huir. Una huida sin final.
Saber que no hay lugar donde llegar.
Los únicos grilletes que me oprimen son los que todo mortal tiene: obligaciones. Sociales, económicas, familiares... Y ni siquiera diré que las cumplo todas.
La imperiosa necesidad de contacto choca con la necesidad de espacio.
La imagen de la carretera en la noche, con los faros como única luz. Las pisadas que se suceden sin apreciar apenas el paisaje, o simplemente absorviéndolo sin más. Pero siempre alejándome. Siempre huyendo.
Mi duda es de qué. Del resto o de mí.
A pesar de todo sigo aquí.
2 comentarios:
Pues no sabe como te entiendo.
A veces me gustaría tener bajo mis pies una cinta transportadora para salir corriendo y una cueva secreta donde ocultarme, sobre todo para pensar, para encontrar mi verdadera identidad y olvidarme de las puñeteras obligaciones de esta sociedad que nos empuja a seguir el ritmo trepidante que ella nos marca, o alejarme de aquellos a que por cortesía, deferencia o proximidad, (amigos, familia, compañeros) me siento, casi, en la obligación de dar explicaciones de mi vida, y es mi vida la que a veces me da la sensación de que es movida por hilos invisibles como si fuera una jorobada marioneta
Un besito y feliz lunes !
MaR-íA, así es. Es tan difícil a veces congeniar lo que somos y lo que se nos pide... Tan complejo sentirse uno mismo.
Una de las cosas que más me relaja es estar tras un volante en un viaje largo. Lástima que sean tan pocos...
Un beso, feliz lunes :)
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