Son recuerdos lejanos, pero reales al fin y al cabo.
Segunda carta
Los dibujos me relajan y me inducen al sueño. Me llevan de delante a atrás y de nuevo hacia adelante. Mezclo ideas, llevadas por colores y conformo un universo paralelo donde calmar las ideas. La verdad es que me duelen los ojos y la cabeza. Sólo un poco de presión apenas.
No hay nadie más en la habitación así que a las 23 horas ya estamos las dos dormidas. Mi niña con su pijama azul de hospital y yo con un pantalón de chándal verde y camiseta blanca. Mi sillón está paralelo a la cama y puedo darle la mano mientras dormimos. Ella se pega a ese lado de la cama "buscando mare".
De pronto ya no estoy en una espaciosa habitación de hospital detrás de una puerta cerrada en la soledad acompañada que eso nos ofrece. De pronto estoy de su mano, en un prado verde. Con las hierbas demasiado altas, contrastando con un cielo azul brillante. Tan brillante como puedas imaginar. Sigo sujetando su mano. Hoy me ha dicho que es un hada, porque le han regalado un disfraz con una varita azul, a juego con su pijama. Y veo un árbol. Me gusta ese árbol. Es grande. Con muchas hojas de verde oscuro. Está solo en la cima pero no se ve triste sino rodeado de vida. De mariposas, pajaritos, libélulas, conejitos... No soy capaz de reconocer que árbol es... pero es como si lo conociera de hace mucho tiempo. Como si ya hubiese subido a sus ramas. Me gusta mucho ese árbol.
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