El mediodía hacía que el sol perdiera su color. Nube Blanca estaba sentada con las piernas cruzadas a la sombra de un pequeño árbol. Su mirada se perdía en el horizonte. En la bruma temblorosa que el calor del día levantaba.
El viento, perezoso, le acariciaba la espalda.
Tras ella, el poblado parecía sumido en un profundo trance a la espera de la caída del sol.
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