Que los años pasan sin que nos demos cuenta es un hecho. Si acaso, el ver crecer a un hijo es lo único que te devuelve cada mañana a la realidad. El tiempo pasa y es tangible... Dale un par de años más, tres a lo sumo, y acabarás quedándote pequeña a su lado.
Lo gracioso de tus amigos sin hijos es que el tiempo no pasa por ellos, y te preguntas si tu luces tan atemporal como ellos.
Posiblemente sí, pero es que a ti te ves con otros ojos.
Hoy se cumplen 10 años de mi boda, y ayer, tras una década, abrí el dichoso álbum para recordar. Bien... es obvio que han pasado diez años. Y esto lo digo con la mayor de las alegrías.
Tal vez se salven tres fotos... y eso siendo optimista (que lo digo con buen humor, no creas).
Ya no soy aquella, y sin serlo, lo soy.
Mi boda no marcó un hito, ni un antes y un después. Fue un bonito trámite. Ni siquiera quise casarme de blanco puesto que hacía ya tiempo que me había saltado esa fase... Y salí de nuestra casa. De esta que habitamos hace más de una década. Porque aquí estaba mi vida desde hacía tiempo. Y aquí sigue.
Pero lo que no imaginaba entonces es que a día de hoy seguiría teniendo aquellas fantasías a las que dejaba sin voz. Que seguiría amando por siempre al mismo a pesar de desear a otros. Y mucho menos... que tú acabarías comprendiendo lo que ni yo entendía entonces.
Aunque no es, ni ha sido fácil... siempre ha sido nuestro.
Sabe Dios que hubiese sido más sencillo jugar a no saber. A dos barajas. A fingir que las cosas no son lo que son.
Sencillo tal vez, pero mentira también. Y mi ADN es un capullo. Lo de mentir lo lleva mal.
Así que aquí seguimos.
Con subidas
Con bajadas
Con dolor
y con calor
Con amor
y con pasión
Con las manos
agarradas
Con las armas
levantadas
Porque lo importante nunca dejó de estar... y el día que no esté será otro día.