martes, 12 de abril de 2016

Lealtad

Se dio cuenta de que se había aislado hasta tal punto que acabaría por ahogarse en su propia soledad.
No era una soledad impuesta, sino elegida. Aunque si lo pensaba bien no se trataba de una elección desde la libertad. Había un miedo a sufrir detras de cada barrera, de cada escudo protector.
Ella tenía una alta tolerancia al dolor físico. El umbral del dolor era muy superior al del resto, pero eso no le evitaba sentirlo. Era tan humana como el resto de los mortales. Y tal vez cuando ese dolor llegaba era más fuerte. Más difícil de soportar.
Pues con el dolor emocional era parecido. O peor. Ese era un dolor agudo que se había acostumbrado a sentir. Y simplemente vivía con esa distancia emocional al resto. No se enfadaba... ni sentía decepciones. La gente rara vez se paraba a pensar en las promesas que hacía. Sus palabras se habían convertido en un ruido sordo ante el que asentir y sonreír.

Quizá por eso cuando alguien cumplía con aquello que había prometido pues... las corazas temblaban.

Y en especial, aquellos que cumplían su palabra, dada sin necesidad, eran los que lograban adentrarse entre los muros, aunque muchas veces no fueran conscientes.
Y es que bien vale la lealtad quien te ofrece una palabra que es lo que dice ser.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No creo que exista una cualidad que pueda valorarse más en un ser...la "lealtad" es lo más grande que se puede dar...y siempre tengo claro que es lo primero que mido en una persona.Lastima que a veces haga falta un duro golpe pars medir en condiciones.
Un beso