Cuando decides hacer una pregunta... corres el riesgo de conocer la respuesta. No aquella que esperabas, sino la que decidan darte.
Eso implica que quizá no te guste la respuesta.
También implica que quizá, y no me entiendas mal, que seguro que no es el caso... no te explicas tan bien como crees y se te malinterprete al preguntar.
A lo mejor, y sólo a lo mejor resulta que das por sentado su contexto, su razón. Y no es así.
Cuando decides hacer una pregunta estás apelando directamente a la confianza. Y aquí deberías plantearte cuan digno de confianza eres, pero sobre todo, si tu interlocutor lo sabe.
Porque no sólo hay que serlo, sino parecerlo.
Y aquí, amigos... lo diré bien clarito: No todo lo que parece es.
Eso dificulta bastante las cosas, y deja claro que siempre estamos abiertos a equivocarnos... y según el tamaño de nuestro ego podemos disfrutar de la certeza absoluta o tal vez sólo de un suponer.
Pero eso ya es entrar en harina de otro costal y en el horno no caben más bollos.
Pero lo que sí admito es que cada uno tiene derecho absoluto a decidir sus aprecios.
4 comentarios:
Yo no te digo más... pero vengo a darte un achuchón espachurrante...
Muakssssssss¡¡¡¡¡
No necesito mas :)
Me quedo el achuchón y te devuelvo un beso enorme.
Muaacks!
COMO SE SUELE DECIR: SI NO TE GUSTA LA RESPUESTA, NO PREGUNTES....
UN BESAZO TATUADA!!!
Por ejemplo :)
Un besazo Lord!!
Publicar un comentario