Triste es que no haya nadie al otro lado, y que tu anhelo sea ignorado.
Triste es cuando te escuchas, contestando a tu conciencia. Cuando ríes tú tus chistes y murmuras sin quererlo.
A veces he leído frases de esas tan difundidas por facebook y supongo que por otros medios, pero que yo no visito. Son frases de esas tipo que nos valen a todos y a ninguno, porque según tengas el ánimo son fáciles de aplicar. Las mejores son aquellas que vienen a decir que pasas de aguantar al resto porque tú lo vales. Y vaya si lo vales.
En concreto tras esas frases yo veo un enrocarse en la propia soledad que hoy nos asola a la mayoría, producto de tanta tecnología. Es tan sencillo mandarnos un emoticono y cuatro frases que a veces olvidamos que no es todo.
En mi caso, no tengo nada que reprocharle a la tecnología.
Me pregunto si existen fenómenos reguladores por parte del Universo, que equilibren a su modo los excesos.
Calculo que si dos personas se quisieran en la misma medida, si ambas fueran capaces de ofrecer un amor ilimitado, eso sería directamente injusto con el resto de la población. De ahí que aquellas personas que son capaces que amar por encima de sí mismos, rara vez reciban lo mismo.
Desde hace un mes soy un recipiente hormonal con patas, todo controlado médicamente, que nadie se altere. Y no quiero echarles las culpas pero hoy estoy algo triste.
Estoy triste porque me lo ponga tan difícil. Por su amabilidad tan manida. Porque ahora no me queda nada.
A ver... nada tampoco. Sé que me queda todo. Pero es que todo es demasiado amplio. Es como entrar en un centro comercial de esos en los que está todo expuesto. Montones de percheros, de estantes, de expositores. Y miras aquí y allí y no tienes claro lo que ves. Y quizá es porque tampoco buscas nada.
Interesante esto último por cierto...
Aunque al menos sabes lo que no buscas. Y eso ya es mucho.