Desde que me he separado y vivo sola con mis retoños no tengo tele. Como muchas de mis decisiones fue algo que vino sin pensar. Sobre la marcha.
La que tenía en la otra casa era de las de toda la vida (si habéis visto los Gnomos, los Snorquels o Falcon Crest sabéis de lo que hablo) y me dio peresa traerla. Pensé que sería mejor una más pequeña para no hacerla el centro de la casa.
Entonces dudé entre colocarla en el comedor(-cocina) o el salón (-dormitorio). Me decantaba más por la primera opción pero también pensaba que ver pelis largas en una mesa de comedor no resultaba práctico. Así que simplemente decidí prescindir de ella.
Como se puede imaginar no es una decisión que sólo dependa de mí (aunque no olvidemos el poder manipulativo de una madre... frente a la cabezoneria de su prole). No llegó la sangre al río.
Decidimos que podíamos vivir sin tele pero con ordenador con pelis. Y reconozco que no es un mal plan.
Esto me deja con mucho tiempo libre que antes se llevaban programas sin sentido, discusiones y/o negociaciones acerca de cuanto tiempo podían pasar frente a la tele, y además nunca podía ver nada de adultos hasta última hora del día con lo cual trasnochaba más de la cuenta.
Y no olvidemos que la programación ha ido mutando hasta que cualquier cosa acaba a altas horas de la noche.
No negaré que echo de menos Gran Hermano, pero desde que decidí que tampoco me presentaría como concursante he perdido interés. Yo es que soy así. De amores y desamores.
Además ahora tengo una vida sorprendentemente caótica y centrada a un tiempo. Y hay muchas cosas que me hacen sonreír. Creo que eso es importante.
La base es aceptar lo efímero de la vida y disfrutarlo. Algunas cosas duraran dos días y otras dos años. Y algunas quizá te sorprendan y no tengan fecha.
Pero la base es disfrutar de todas en la misma medida. Y cuando aceptas que nada es tuyo más que en la medida que quiere serlo... eres el puto amo.
Y además ayer me enteré de que mi hijo disfruta diciéndole a sus compañeros que no tiene tele solo por ver la cara que ponen. Si eso no es para estar orgullosa... ya me diréis qué lo es.
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