Estos días me he dado cuenta de cuánto he cambiado. Y sobre todo he llegado a la conclusión de que por mucho que trate de planificar o controlar las cosas... no es algo que esté del todo en mis manos.
Creo que me he vuelto más calmada. Más reflexiva. Diría que me he vuelto menos impulsiva... aunque eso es bastante complicado de valorar.
En este último aspecto creo que mi peluquera diría que cuando se me mete una idea en la cabeza no hay Dios que me la quite. Pero ya no hago cambios tan radicales. Digamos que me he moderado.
Eso me recuerda que anteayer decidí que voy a hacerme otro tatuaje y esta vez va a ser... visible.
Lo tenía en mente para dentro de dos años... pero creo que mi pequeño problema médico me ha hecho valorar el asunto de otra manera. Estoy cansada de esperar. Y de ser comedida.
Tenía el dinero para una tele... pero mis hijos dicen que viven felices sin tele, y yo sé que es cierto. Yo también vivo feliz sin tele.
Y por alguna razón no quiero esperar dos años.
No es que tenga planeado morirme ni nada de eso, pero reconzco que estoy bastante cansada. Necesito un aliciente. Necesito algo que me diga cada día que esa del espejo soy yo.
Hay un texto muy bonito (esta es una valoración en absoluto subjetiva...) en Fantasías que habla de lo que significan para mí los tatuajes. Y es que hace ya mucho que ese espejo me muestra una imagen que yo he ido posponiendo. Me pregunto si tal vez por eso no me encuentro nunca en los espejos...
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