miércoles, 28 de agosto de 2019

Me preguntan

Me preguntan si he vuelto a escribir. No.

Porque esto no es escribir
Esto es llorar en letras

Lo cierto es que no me sale. Y lo he intentado.

Escribir qué, ¿que ya no creo?
Que ya no siento...
O sí, pero es desolación


Quiero aferrarme a un imposible. Esa soy yo.
Quiero aferrarme a una esperanza.

No creo que eso exista
Pero quiero creer

sábado, 3 de agosto de 2019

Agua con limón

Pongamos un supuesto: es Navidad y no paras de ir a comidas familiares, cenas de empresa, copas con amigos, más comidas, más cenas, más copas... ¿No hay un momento en el que te sientes como atrapado? Te gusta la comida, te gusta la gente... pero sólo tienes ganas de que todo acabe y beber agua con limón.

A veces pasa eso, pero no con comida. Pasa con relaciones vacías. Pasa cuando te sientes fuera de lugar donde antes te sentías bien. Pasa cuando dejas de tomar tus decisiones porque todo el mundo argumenta que no siguen la lógica -su lógica-. Y pasa cuando te engañas creyendo que tienen razón.

Y aquí estamos, en el momento agua con limón. En el lugar más alejado de quien solía ser. Me gustaba quien solía ser... hasta que dejó de ser mi lugar, para ser el lugar de otros, a quien les daba igual quien era yo.


¿Y quién seré a partir de ahora? No lo sé. Solo sé que pasado un tiempo nos cansamos del agua con limón y de nuevo caemos en excesos. Ya veremos... Por ahora hay mucho que depurar.

jueves, 1 de agosto de 2019

Me he rendido. ¿Y qué?

Dicen que una derrota a tiempo es una victoria. M. no lo ve así. Cree que me he rendido y que eso me hace débil.
En realidad me he rendido, pero eso no me hace débil. Yo diría que es un cambio de estrategia. Erosionar una piedra exige una energía que no me apetece seguir desperdiciando. El asunto no es si me he rendido, es que el fin no justifica tanto desgaste.

M. y yo no nos entendemos igual que antes. A mí ha dejado de valerme nuestra forma de relacionarnos. No es malo, es asumir sentimientos. Sé que no puede ser de otro modo porque él tiene sus prioridades, y eso me parece lógico. Pero yo tengo las mías, y no sé porqué tengo que fingir otra cosa.

La época actual tiene mucho de irónica. Puedes mantener amistad con gente sin verla jamás, aunque vivan a veinte minutos de ti. Y eso si te has conocido virtualmente lo entiendo... pero no cuando la amistad viene de antes de internet. Ahí es confusa. Soy culpable: echo de menos un tetê a tetê. Un café, un tono de voz en lugar de una exclamación o un emoticono de color estridente.  Al menos una vez al año...
Está visto que soy más antigua de lo que imaginaba.

He cambiado. Y eso no puedes verlo a través de unas líneas

lunes, 29 de julio de 2019

Tengo la sensación de que la vida es un Pavlov cabron

Después de todo este tiempo, de muchos cambios, subidas, bajadas... Creo que me he rendido.
Echo de menos a los de siempre, que simplemente se desdibujaron en el tiempo. Nunca dijeron adiós, pero simplemente no están.
Echo de menos a los que llegaron, porque tomaron sus propios caminos, o eran temporales. Porque algunos no eran nada aunque yo quise que fueran mucho.
Y echo de menos a quienes supuse que estarían siempre, porque venían de atrás. Ahora me doy cuenta de que nunca estuvieron, y aquí soy yo quien ha decidido pasar.

Y de pronto me he rendido. Me he rendido a la obviedad del día a día. Entre mis miedos y lo que realmente se me ofrece, al final no funciona nada.
A veces tengo la sensación de que la vida es un Pavlov cabron que ha jugado conmigo. Que cada vez que la euforia me ha embargado me ha frenado con descargas de decepción. Aguantas una, toleras otras... pero al final te preguntas "para qué". Sin interrogantes. Casi una afirmación. Y llega un momento en que tu mismo activas el mecanismo antes de tiempo. En tu cabeza.
Y luego está Netflix, que es casi un premio frente a la pasividad.

Echo de menos a alguien como J. Un amigo que no espera nada concreto de ti, y entiende la necesidad de espacio. Solo que no es un amigo y ni siquiera está ya en el mismo país.
Echo de menos a C. No es inocente del todo, pero yo debí ser más espabilada e ignorar con más gracia a tanto metomentodo. Y eso que lo hice... pero la envidia es muy mala. De todos modos a él le echo menos de menos.

Diría que echo de menos a M. pero él decidió no estar nunca. Sólo vía WiFi y eso, pasados los años, cansa. Sobretodo cuando no cuentas nada y solo preguntas, por muy buenos que sean tus consejos (concejos que inevitablemente emiten juicios de valor).

A A. le eché de menos un tiempo. Luego volvió, pero aunque se esfuerza en disimular, sigue siendo el mismo. Él tiene un interés definido, y yo soy un medio. No me gusta eso. Así que le tolero, pero lo justo.


Un día M. me echó en cara que me había rendido. Él no lo haría. Me sentí mal ese día. Hoy puedo decir que sí, me he rendido. No voy a lograr algo estándar, pero tampoco sabría ser feliz con ello.
Ahora simplemente necesito reinventarme otra vez. Necesito reconectar con esa parte de mí que sabe amar. No porque espere ser amada, no a una persona, no a quien lo merezca. Sólo porque eso la hace feliz.

Lo más bonito y brutal que he vivido es la sensación de plenitud al amar a alguien, o a un libro, o a una canción, o a una sonrisa ... solo porque sí.
¿Que si echo en falta el afecto? Sí. Pero solo el desinteresado. Y de ese hace tiempo que no veo.