Ya hace tiempo que no escribo. La verdad es que hace tiempo que no conecto el ordenador, que lo miro pero no me decido a encenderlo, a ponerme ante la pantalla, a leer y desde luego, no me decido a contar nada.
Pero no es por falta de ganas. Es que quizá no estoy segura de que contar. Hay días en que todo parece ir de maravilla. Días que siento que puedo con todo y me lleno de energía. Pero también hay días en que todo se me viene encima y de pronto al mundo le cuesta girar. Y me vuelvo.... no una cínica, sino más bien pasiva ante la vida. Me da igual una hora que otra, un día que otro.
A veces me cansa este bucle que no acaba de soltarme y cierta desolación se interpone entre cualquier visión del futuro y yo. Sólo puedo mirar al instante que me aborda, porque ni siquiera soy yo la que avanza.
Todavía hay rastros de ese sentimiento de no ser lo bastante buena para nada. De no ser capaz de relacionarme con los demás. Y eso que en general he dejad atrás, muy atrás, ese punto. Pero a veces me invade esa certeza. La de que nada vale la pena.
Y aun así, no puedo acomodarme en esa sensación. Me chirría, me rechina. Y entonces me vienen a la mente cosas estúpidas como que "crujiente" era la palabra favorita de una americana que vivió un año en casa. Y lo era por su sonoridad. Reconozco que a veces me descubro a mi misma vocalizando (no siempre en voz alta) la palabra y todavía me saca una sonrisa. "Crujiente". Creo que en cierta manera es una palabra que hace honor a sus significado, porque cuando estás a mitad de palabra sientes que una tostada calentita se deshace en tu boca y migas de pan tostado caen al suelo mientras saboreas la mantequilla, el aceite o lo que te guste ponerle a la tostada.
Sí, reconozco que a veces pensar en eso me ayuda a desconectar. A que, como mínimo, se desvíe el pensamiento una milésima de segundo de su particular camino a la pasividad. A que la mirada deje de estar perdida para entrecerrarse en una sonrisa secreta.
Y es que tal y como está el percal ahora mismo cualquier cosa me vale.
A ver... no quiero dar a entender que todo es una mierda en mi vida, porque faltaría a la verdad. Pero sí es cierto que algo falla. Que yo antes disfrutaba de una energía que ahora parece encorsetada. Que ahora estoy como en el minuto antes de marcar el punto definitivo que marcará el resultado. Victoria o fracaso. Ese pararse el tiempo, detenerse hasta el giro de la tierra (ambos dos, traslación y rotación, que para chula yo).
Pero a lo que iba, que a mi esto de escribir me da vidilla, que hay cosas geniales. Que se me quedan cortos los días para hacer lo que me gustaría hacer. Que me encantaría poder viajar a mi antojo para encender fuegos artificiales. Que quiero empezar de cero y demostrarme cuánto valgo....
Y bueno, tengo que decirlo. A veces me entra esa alegría que está cansada de esperar tras la barrera. a veces se me escapa la sonrisa. A veces brilla el sol cuando es de noche y a veces se me queda pequeña la cocina para mover caderas con la música.
Echo de menos escribir, pero no siempre tengo ganas de plasmar estas tonterías. No estoy segura de si le hago un flaco favor a un blog que tiene cosas que me encantan, pero ya dije hace un tiempo que como mínimo quería (necesitaba) escribir una vez a la semana.
He ganado autoestima y he aprendido a decir soy así sin disculparme. Ni de lejos soy perfecta y tengo muchos miedos, pero me da igual porque los miedos crean adrenalina, que nos impulsa a sobrevivir. Y bueno, solo eso. Necesitaba un desahogo.
Besos, Tatu